Una bella princesa estaba buscando marido. Nobles y ricos pretendientes llegan de todas partes con maravillosos regalos: joyas, tierras, ejércitos, tronos etc. Entre los candidatos se encontraba un joven plebeyo que no tenía más riqueza que el amor y la perseverancia. Cuando llegó el momento de hablar, dijo:
-Princesa, te he amado toda la vida. Como soy un hombre pobre y no tengo tesoros para darte, te ofrezco mi sacrificio como prueba de amor. Estaré cien días sentado bajo tu ventana, sin más alimentos que la lluvia y sin más ropa que las que llevo puesta. Esa será mi dote.
La princesa, conmovida por semejante gesto de amor, decidió aceptar:
-Tendrás la oportunidad: si pasas esa prueba, me desposarás.
Así pasaron las horas y los días. El pretendiente permaneció afuera del palacio, soportando el sol, los vientos, la nieve y las noches heladas. Sin pestañar, con la vista fija en el balcón de su amada, el valiente súbdito siguió firme a su empeño sin desfallecer un momento.
continuará...
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